
Desde el siglo XIII, el Tíbet pertenece al imperio chino y los monumentos imperiales tienen en sus frontones los textos escritos en las cinco lenguas chinas, entre ellas el tibetano, un imperio con sus departamentos feudales y su burocracia, incluso antes de que apareciese el budismo tibetano tal como existe actualmente. Los defensores de la independencia del Tíbet y del Dalai Lama consideran que el Tíbet era un simple feudo, un protectorado. En el plano histórico, los independentistas tibetanos explican que si la región del Himalaya hubiera sido antiguamente parte integrante de China, la región habría llegado a ser prácticamente independiente y acusan a China de que intenta destruir la cultura tibetana.
La religión ha estado siempre muy presente en la conciencia popular tibetana. Comúnmente se dice que en el Tibet se practica el Budismo Tántrico (tantra significa ‘transformación’), pero en realidad practican una de las reglas de esta religión, la Mahayana, cuyo objetivo es la liberación de todos los seres. Esta vía del budismo tiene la peculiaridad de que antes de que se produzca la liberación individual se debe adoptar el compromiso de liberar a todos los demás, por largo que sea este camino.
Mi opinión personal es que los chinos dejaran a los tibetanos tranquilos y que los tibetanos se apartaran de china y crearan un país.
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