Desde el punto de vista económico, la inmigración ha contribuido muy positivamente al crecimiento del PIB en España, gracias al aumento en la oferta de mano de obra, así como en demanda de bienes y servicios.
Los inmigrantes, como oferentes de empleo, han conformado una mano de obra complementaria a los españoles, y de ahí que los españoles no hayan encontrado en general en la inmigración una mano de obra que amenazaba sus puestos de trabajo.
Hasta la llegada de la crisis, los inmigrantes han ocupado puestos de trabajo muy demandados en nuestro país: peones de la construcción, servicio doméstico, actividades agrícolas, actividades relacionadas con la restauración y la hostelería... , para los cuales no existía suficiente oferta por parte de los trabajadores españoles.
Como efecto económico negativo de la crisis, los inmigrantes han ralentizado el crecimiento de la productividad en nuestro país al aportar una gran cantidad de mano de obra poco cualificada y en consecuencia, de baja productividad, lo cual ha llevado a las empresas a especializarse en procesos productivos intensivos en trabajo poco cualificado.
Se dice que los inmigrantes han entrado masivamente a trabajar en nuestro país porque las empresas españolas demandaban precisamente este tipo de mano de obra poco cualificada.
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