La cuestión más importante de la vida humana es saber con qué criterios se dirige a su propio fin, a su destino. Por tanto se han de examinar las instancias dinámicas del hombre capaces de alcanzar objetivos, así como los obstáculos que le salgan al paso o las dificultades. La conducta humana debe ser racional, es decir, guiarse por la razón. También debe obedecer a los dictados de las virtudes de la voluntad. Pero esto, por decirlo de alguna manera tiene que ver con los sentimientos. Sin embargo, no se conoce exactamente el puesto de los sentimientos, es decir de qué manera se relacionan con la inteligencia y con la voluntad.
Según algunos psicólogos, los sentimientos, especialmente los sentimientos profundos, son algo así como disposiciones que favorecen la actividad si son positivos o la inhiben, si son negativos. Por otra parte, los sentimientos son de dos tipos: profundos y duraderos, o superficiales o variables o intercambiables con otros sentimientos. Otros sostienen que los sentimientos marcan el enlace de las facultades espirituales con el sujeto humano, pero el asunto es más complicado. Los sentimientos son algo así como precedentes de ciertas direcciones del pensamiento, o de ciertos rasgos de la conducta, a las que suelen acompañar. En el supuesto de que aceptemos esta opinión que es algo vaga o amorfa, según la cual se da una cierta alternancia entre los sentimientos, los actos de la inteligencia y de la voluntad, conviene añadir que hay sentimientos más profundos que otros que dependen del estado de salud, de circunstancias corpóreas o de accidentes de la vida.
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