La esclavitud ha estado presente en todas las culturas. El esclavo era tratado como una cosa o un animal propiedad de su dueño, que podía hacer con él lo que quisiera. Un ser humano se convertía en esclavo por la fuerza y quedaba privado de todos sus derechos. Se consideraba entonces que era esclavo por naturaleza.
Los esclavos no podían casarse sin autorización del dueño, y sus hijos no les pertenecían. El hijo de esclavo nacía esclavo. En Roma, al que huía se le cortaba la nariz o las orejas; si reincidía, se le cortaban las piernas.
Desde el sIglo II d. C. empezaron a utilizarse collares de metal que llevaban grabado el nombre del dueño con alguna inscripción. Por ejemplo; ''Me he escapado. Recibirás una moneda de oro si me devuelves a mi dueño Zósimo''.
En el Código negro, publicado en Francia en 1685, se decía que los esclavos debían considerarse como ganado.
Después de la colonización de América por parte de los europeos, millones de africanos, a los que se raptaban en su tierra, fueron llevados al nuevo continente -hombres, mujeres, niños-. En los siglos XVI, XVII y XVIII, más de trece millones fueron convertidos en mercancía, aunque solo once millones llegaron a las costas americanas. El resto murió durante el viaje, por enfermedades, accidentes, malos tratos, hambre o sed.
Desirée Daza Ruiz.
1 comentarios:
Desiré me ha gustado tu artículo porque aunque nosotros pensemos que ya no hay esclavitud aún sigue existiendo y no somos consciente de ello.
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