Tradicionalmente el machismo ha estado asociado a la diferenciación
de tareas entre hombres y mujeres, y a la subordinación de las mujeres
en muchas sociedades. En la mayor parte de todas las sociedades
tradicionales, los hombres en general han tenido mayor poder y estatus
que las mujeres en el ámbito colectivo limitado a éstos, pero también en
el de ambos en conjunto. En las sociedades modernas, las actitudes
machistas tratan de justificar la mayor comodidad, preponderancia y
bienestar de los hombres.
En ese sentido, se considera que es fruto del machismo que el trabajo
menos reconocido o menos fatigoso sea asignado a las mujeres. También
es parte del machismo el uso de cualquier tipo de violencia de género
con el fin de mantener un control emocional o jerárquico sobre ellas.
De hecho, el machismo es considerado como una forma de coacción no
necesariamente física, sino también psicológica, siendo esta forma de
expresión protectora una discriminación, ya que se ven subestimadas las
capacidades de las mujeres alegando una mayor debilidad.
El machismo, asimismo, castiga cualquier comportamiento que considere
supuestamente femenino en los varones, lo que constituye la base de la
homofobia. Ya que un comportamiento o preferencia sexual diferente de
las que propugna típicamente el machismo, contribuye a diluir la
diferenciación estereotipada del machismo. El machismo es un conjunto de
actitudes presentes no sólo en el comportamiento y pensamiento de los
propios varones, sino incluso entre las mujeres.
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