La violencia contra la mujer adopta formas diversas,
incluidos la violencia en el hogar; las violaciones; la trata de mujeres y
niñas; la prostitución forzada; la violencia en situaciones de conflicto
armado, como los asesinatos, las violaciones sistemáticas, la esclavitud sexual
y el embarazo forzado; los asesinatos por razones de honor; la violencia por
causa de la dote; el infanticidio femenino y la selección prenatal del sexo del
feto en favor de bebés masculinos; la mutilación genital femenina y otras
prácticas y tradiciones perjudiciales.
Preferimos hablar de violencia de género, violencia machista
o violencia hacia la mujer porque son los conceptos que mejor se adaptan a la
realidad, ya que explican que la violencia sobre las mujeres es la consecuencia
de la discriminación y del desequilibrio de poder entre mujeres y hombres en la
sociedad.
Hay otros términos muy utilizados, como “violencia doméstica” o “violencia
intrafamiliar”, pero estas expresiones son menos adecuadas porque se limitan a
informar sobre el lugar en el que se produce la violencia y no especifican
aspectos tan esenciales de la misma como quién es la víctima, quién es el
agresor o cual es el objetivo y la causa de esta violencia. Dentro de este tipo
de “violencia intrafamiliar” se encuadraría la agresión entre cónyuges o
parejas, pero también la agresión a menores, a personas mayores, con
discapacidad; dejando fuera aquella violencia hacia la mujer que se produce
fuera del ámbito de lo doméstico-familiar.
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