Pese a haber tenido entre sus pistoleros a «gente de fuera», «maketos» en el argot racista de Sabino Arana —«Kubati», clan de los Troitiños, «El Sevillano», Caride, Monteagudo...—, ETA siempre ha visto en la llegada de inmigrantes al País Vasco un peligro para su proyecto de independencia.
En un «Zutabe» —boletín interno—de 2002, la banda terrorista mostraba su preocupación porque la población «sigue aumentando», pero no por el incremento de la natalidad de los autóctonos, sino como consecuencia de «la gente que ha venido». «El nacimiento de la gente que viene de fuera (sic) y teniendo en cuenta el envejecimiento del interior» hace presagiar que «en los próximos años se acelerará la desaparición de nuestra lengua», advertía la banda en el citado boletín interno.
Años antes, el pistolero Henry Parot, cuyo historial sanguinario incluye el asesinato de seis niños -uno en Madrid y cinco en la casa cuartel de Zaragoza-, se lamentaba a través de una carta enviada desde la cárcel al periódico «Egin» del bajo índice de natalidad entre los vascos y hacía un llamamiento a las mujeres abertzales para que dieran hijos a la «causa de la liberación nacional de Euskal Herria». Eso de liquidar niños españoles y fomentar la llegada al mundo de futuros etarras debe ser la particular «doctrina Parot» de este asesino en serie.
0 comentarios:
Publicar un comentario