Cobrar la pensión puede que sea complicado en un futuro en Europa pero probablemente no lo será tanto como en KwaNogawu, un pueblo de la región sudafricana de KwaZulu-Natal, donde las pensionistas -mujeres ya de avanzada edad y con una vista escasa en muchos casos- tienen que cruzar cada mes un río repleto de cocodrilos y con una corriente que ha ahogado ya a varias personas del pueblo.
Ése es el caso de Khethile Kubheka, una anciana de 80 años que se levanta a las cinco de la mañana y se prepara una vez al mes para ir a cobrar su único sustento.
Se juntan grupos de hasta cinco mujeres que se ayudan unas a otras para solventar las fuertes corrientes y el ataque de cocodrilos. "Es mejor morir por la mordedura de un cocodrilo que morir de hambre sin cobrar nuestra pensión", dice Kubheka.
"Acabamos de enterrar a la hija de una vecina que se ahogó arrastrada por las aguas. Conozco mucha gente que ha muerto al cruzar este caudal. Sin embargo, no me asusta mucho, quizá sea un designio de Dios que tengamos que morir así", concluye la anciana.
Otras mujeres, por su parte, precisan: "Ya tenemos experiencia e intentamos elegir zonas en las que no haya animales, pero no tenemos ninguna certeza de dónde están cuando atravesamos las aguas", resaltan.
Generalmente, cruzar el río, que tiene una anchura media de
La realidad es que las aguas y los cocodrilos han acabado ya con la vida de niños y mayores en un poblado sin infraestructuras en el que llevan años instando al Gobierno a que les construya un puente. "La gente está cansada ya de pedir lo mismo durante años. Desde que soy niña hemos exigido un puente con el que cruzar las aguas. Esperábamos que cuando el Gobierno cayera en las manos de Jacob Zuma [actual presidente] nos lo harían, pero tampoco ha sido así", dice otra mujer de avanzada edad, Bayekile Mthonti.
Los más pequeños corren también peligro. Muchos han quedado huérfanos y sus tutores tienen que cobrar las ayudas que el Gobierno da por orfandad. El recorrido es el mismo que el de las pensiones. En muchos casos, si son bebés, cruzan las aguas sobre la espalda de sus cuidadores y acaban siendo arrastrados por un golpe de agua corriente abajo.
La vida de este pequeño pueblo de KwaZulu-Natal se debate entre morir de hambre y seguro en casa o arriesgarse a ser devorado por los cocodrilos y sus profundas aguas.
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