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domingo, 25 de marzo de 2012

El hambre y las armas llevan al Sahel al precipicio


En el desierto la hospitalidad no es una actitud, es un principio vital. En esta región inhóspita acoger a un extraño puede significar salvarle la vida. En Sinegodar, en la frontera entre Níger y Malí, es cada vez más difícil. Miles de personas han llegado hasta allí huyendo de los enfrentamientos entre los tuareg malienses y el ejército de ese país.
Pero es imposible dar de comer a tantas personas cuando ni siquiera tienen para ellos. Abdoulaye Mahamadou es el líder de Sinegodar, donde viven 1.600 personas, en los últimos meses han llegado 13.000 refugiados de Mali. "No podemos darles de comer porque nosotros tenemos más necesidad que nunca", dice Mahamadou.

Gaoudel, en el norte de Níger, es un lugar desagradable, desolado y distante. Bajo una lona que la resguarda del sol está Zoulfa y sus cuatro hijos. Ha llegado con lo poco que pudo recoger y unas cuantas cabras. Recuerda que por las noches llegaban combatientes "nos robaban lo poco que teníamos, también nuestras cabras, la situación era inaguantable y tuvimos que venir hasta aquí".

Hace una década que las lluvias son muy irregulares en el Sahel, pero los dos últimos años han sido extremadamente secos. A muchos agricultores hace tiempo que se les acabó las cosechas y sin agua es imposible volver a plantar. A los ganaderos se les están muriendo los animales. Decenas de miles de mujeres y niños vagan por el desierto buscando refugio y comida en Argelia, Burkina Fasso, Mauritania o Níger.

Opinión: Mientrás algunos les hace falta tanto el agua, nosotros vamos derrochándola sin darnos cuenta de lo agraciados que somos al tenerla.

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